Lo que cuesta ser piragüista
Están entre los deportistas gallegos que más alto han llegado, y, sin embargo, sufren para aparcar su utilitario junto al Centro de Tecnificación Deportiva, en Pontevedra, en el que entrenan una semana cada mes, y para llevar sus canoas al río Lérez deben esquivar el tráfico infernal de una de las arterias de la ciudad. Sobre el agua muy pocos, a veces ninguno, pueden discutirles su genio, pero son tan accesibles como el vecino de enfrente. Teresa Portela, Aique González y Jaime Acuña, tres campeones del mundo de piragüismo, se reunieron con La Voz de Galicia para hablar de cómo es el deporte que practican. El diagnóstico es bien contundente: el régimen de vida es estricto y duro, la recompensa económica llega para ir tirando, el reconocimiento público se reduce en ocasiones a algunas fotos con el político de turno y el final de trayecto es casi siempre ingrato. Pero remar, ganar remando en sus casos, engancha.
-¿Por qué se dedican a esto del piragüismo? ¿Cómo ha llegado cada uno de ustedes aquí?
Teresa Portela: -Yo empecé con nueve años, y más que nada por divertirme, porque en mi pueblo [Aldán, en Cangas do Morrazo] era lo único que había. No lo hacía pensando en competir, sino como distracción. Nunca me lo tomé muy en serio; simplemente pasas de alevines a infantiles, entrenando con los amigos, te lo pasas bien, y a los catorce años, cuando vienes aquí al Centro [de Tecnificación, en Pontevedra], ya te exigen más. Se acaba eso de «bah, hoy no voy a entrenar». Lo mío con el piragüismo fue una cosa muy sin pensar.
Aique González: -Mi caso es más o menos el mismo. A mis padres les gusta el deporte, es como una asignatura más en el colegio, y mis hermanos empezaron a hacer piragüismo, la verdad es que no sé cómo, yo era pequeño entonces. Empecé por el hecho de seguir la imagen de los hermanos mayores. Vas al club, te diviertes, y cuando te das cuenta... Soy el tercero de cinco, y todos hicimos piragüismo, pero ahora quedamos mi hermano [Jovino] y yo.
Jaime Acuña: -A mí me lo comentó un vecino. Monté en la piragua y me gustó, y después empecé a competir. Y cuando te das cuenta ya no puedes salir.
T. P.: -¡Más que nada porque tienes competiciones y competiciones sin parar! Y si te va bien tienes una motivación más para seguir entrenando. Hay mucha gente que se queda por el camino. Si encima de los sacrificios que haces no ves resultados, te tiras atrás.
-¿Es muy difícil dedicarse profesionalmente a esto, el día a día del piragüista?
A. G.: -Si estás en el equipo nacional, sobre todo. Dejas un montón de cosas por hacer, a los amigos, tu casa, la novia, ir de fiesta... Dejas de hacer actividades que no puedes compaginar. En la vida de los piragüistas llega un momento, entre los dieciséis y los diecinueve años, en que la gente lo deja. Acabas el instituto, empiezas la universidad, o a trabajar, y necesitas tener muy buenos resultados y conseguir becas, que aunque sean pequeñas te dan para ir tirando con los gastos que una persona de nuestra edad tiene, o paras. Sin resultados, en la universidad no te cambian un examen. Tienes que estar en el equipo nacional. Yo, de hecho, el día que esté fuera del equipo nacional, dejo el piragüismo. Igual voy a las pachangas de pueblo, pero nada más.
J. A.: -Si te tomas un año sabático, empezar y entrar otra vez es muy difícil.
-Además, para seguir cobrando becas, los piragüistas tienen que rendir cada año en un Campeonato del Mundo.
J. A.: -Aquí si te quieres ganar la beca, una beca buena, tienes que ser finalista. Y para entrar en una final en distancia olímpica tienes que currártelo un montón. Tienes que trabajar muchísimo.
-¿Se sienten poco valorados, sobre todo en comparación con otros deportes?
T. P.: -Nos gustaría ser más reconocido. Todos los deportes, al llegar a un nivel alto, exigen sacrificio. El piragüismo tiene la ventaja en verano de que estás al aire libre, pero en invierno también, y tienes que estar remando si te llueve o si te truena. Y es cierto que no está muy valorado. No salimos en medios de comunicación, que es lo que quieren los patrocinadores.
J. A.: -Un círculo vicioso.
T. P.: -Pero hay que verlo por el lado positivo. Hace unos años salíamos menos. Con estos resultados últimos vamos poquito a poco. ¡Pero muy poquito a poco!
A. G.: -Sí, este año nos han dicho que van a hacer un ADO [un programa de ayuda al deporte olímpico] gallego, y eso es bueno. Si los políticos lo hacen, que es lo difícil.
T. P.: -Es que si el piragüismo no te da lo que necesitas para vivir, te tienes que poner a estudiar o a trabajar. Necesitas algo. Y si en el ADO te ayudan, puedes permitirte el lujo de dejar eso de lado.
-¿Y después, qué? Teresa hace Magisterio, Aique es policía nacional, Jaime está estudiando para lo mismo...
A. G.: -Yo estoy haciendo unas prácticas en Gijón, a ver si me pueden facilitar un poco los horarios. Pero el hecho de saber que tienes las espaldas cubiertas para tu futuro te da una tranquilidad muy grande. Hay mucha gente que ha dedicado toda su vida al deporte, que ha defendido a Galicia, a España, en competiciones internacionales, y ha llegado el momento de dejarlo y nadie le ha echado una mano. Ahí te quedas. La sensación que tiene la gente cuando deja de remar es: «Me han utilizado todos estos años y cuando ya no valgo se olvidan de mí». Es lamentable que no haya un plan de trabajos para este tipo de gente. A veces hacen una reunión, te prometen la de Dios...
T. P.: -A mí que me lo escriban en un papel: «Señora Teresa Portela, cuando acabe el piragüismo...». Es que llegas a los treinta años, sin ninguna experiencia, mientras que la gente de tu edad sí la tiene y no empieza de cero.
J. A.: -Vas a un sitio a pedir trabajo y les dices: «Tengo siete años de piragüismo» [risas].
A. G.: -No hay nadie que valore que hayas sido campeón del mundo cuatro veces. Yo estuve en la Academia de Policía y, aunque te cuesta asimilar cosas, me adapté bien. He estado fuera de casa, estoy acostumbrado a un régimen estricto de vida. Pero si no te echan una mano desde la Xunta, desde donde haga falta...
J. A.: -Tengo compañeros que echaron sus años en el piragüismo, lo dejaron y ahora no tienen a dónde ir.
T. P.: -Con tu pareja, tu hijo, y tirado... Podrías seguir entrenando hasta los 35, pero más te va a costar integrarte en el mercado laboral.
-¿Y se ven ligados al piragüismo en el futuro, cuando lo dejen?
T. P.: -Según cómo acabes aquí. Si acabas quemado, no. No sé yo. No creo. Esto quema mucho.
A. G.: -Si quieres tener una familia, con una vida como esta es muy difícil. Llevo desde los catorce años fuera, y lo que quiero es estar en casa. Cualquier trabajo que te exija estar fuera de casa es mejor que esto. Yo no creo que siguiera, a no ser como último recurso.
T. P.: -Es como los panaderos: están todo el día con pan, con pan, y lo último que quieren es un bocata. La vida no es sólo piragüismo.
-¿A ustedes los conocen por la calle?
J. A. -Sí, en tu pueblo te dicen: «¡Hombre, el campeón del mundo! ¿De qué? ¿De piragüismo [hace el gesto de remar en una trainera]?». Te conocen familiares y amigos, pero pasas desapercibido.
T. P. -Así no nos lo creemos [ríe]