Un libro revela el papel singular del puerto de Gijón
La presentación, en la Tertulia Los Manzanos, del libro 'Marinos, Puertos y Barcos en la antigua Asturias', que ha obtenido el premio Alfredo Quirós 2000-01, se convirtió en un alegato a favor de una nueva interpretación de la historia de Asturias, particularmente del periodo pos-romano. Las investigaciones realizadas por Hernán Javier del Frade, marino y jurista, y por Rubén Figaredo, historiador y fotógrafo, vienen a desvelar tres rasgos: el papel singular de la Asturias marítima desde la Edad del Bronce, en detrimento del interior, mal comunicado y agreste; la importancia singular del puerto de Gijón, como único gran puerto asturiano, llave de la importación y exportación de manufacturas y metales (oro y cobre), y el grado de organización y desarrollo que tienen las 'vilas' que rodean el puerto de Gijón, que les hace asimilar la cultura romana, para crear posteriormente el germen de lo que sería la Monarquía asturiana.
El acto fue presentado por Guillermo Menéndez del Llano, artista plástico y profesor, que resaltó que la importancia de los puertos asturianos estaba ya definida en la antigüedad
Rubén Figaredo justificó que el libro supone el relato posible sobre unos hechos que no se pueden probar, ya que los embates del mar, la ignorancia de los hombres y los caprichos geológicos no permitieron que quedaran testimonios sobre lo sucedido.
Hernán Javier del Frade realizó un recorrido por la Asturias de los primeros pobladores y por la dominación romana para demostrar que desde la Edad del Bronce hay un comercio estable, fundamentalmente canalizado a través del puerto de Gijón, y que está motivado por las minas de cobre en la sierra del Aramo, único yacimiento de ese metal en toda la cornisa Cantábrica.
La parte más sugerente de la charla estuvo en la interpretación que dan los autores del libro a la civilización que se desarrolla en torno a Gijón, por las minorías de astures que se romanizaron rápidamente, y que dieron paso a un comercio con Bizancio y Aquisgrán. El florecimiento de 'vilas' en torno al enclave de Noega (Campa de Torres) fue el mayor de todo el Norte de la Península. Esa concentración de castros supuso una estructura de poder que posteriormente sería el eslabón perdido entre la dominación romana y la Monarquía Asturiana.