Propulsión diésel-eléctrica y gas natural, dos sistemas de propulsión en alza para un transporte marítimo cada vez más sostenible.
La introducción de nuevas normas ambientales está llevando al sector del transporte marítimo a buscar formas de reducir sus emisiones. En un artículo publicado recientemente Clarksons Research presenta las distintas opciones en tipos de propulsión y combustible que están aplicando los que marcan las tendencias.
El 96% de los buques mercantes en servicio están propulsados por sistemas mecánicos en los que un combustible derivado del petróleo alimenta uno o más motores (generalmente diésel de 2 ó 4 tiempos) conectados a una o varias hélices. La mayoría del 4% restante son de propulsión diésel-eléctrica, en los que la potencia generada por el motor principal se convierte en electricidad que mueve motores eléctricos que a su vez accionan las hélices. Esto tiene la ventaja de permitir la instalación de hélices azimutales (o pods) que confieren al buque una gran maniobrabilidad.
El uso de estos sistemas está muy extendido en sectores como los buques de apoyo offshore, remolcadores y cruceros, en los que la maniobrabilidad, la variación en la demanda de potencia y el ruido del motor son factores prioritarios. Optimizando la alimentación de los motores, estos sistemas diésel-eléctricos pueden reducir el consumo de combustible y las emisiones. Para los buques mercantes más grandes, en los que dicha demanda de potencia es generalmente mayor y más estable, los sistemas mecánicos convencionales siguen siendo más eficientes y rentables.
En el gráfico se puede apreciar que, en un contexto en que están disminuyendo las nuevas construcciones en el sector de los buques más grandes, los de propulsión diésel-eléctrica han aumentado su cuota de mercado y representan el 22% de los contratos de nueva construcción registrados este año.
El siguiente paso para los sistemas de propulsión eléctrica puede ser la adopción más generalizada de las baterías en los sistemas principales. En la actualidad existen 22 buques en servicio y otros 14 en cartera que utilizan baterías, en su mayoría combinados con motores diésel convencionales o de combustible dual. Además de reducir las emisiones, estos sistemas pueden mejorar la eficiencia, optimizando la alimentación del motor y transfiriendo la energía sobrante hacia o desde las baterías según sea necesario. En el caso de los ferries pequeños, destinados a rutas muy cortas (como el cruce de un puerto o de un fiordo) estos sistemas de propulsión eléctrica son perfectamente viables y ya se están utilizando.
Por otra parte, son ya bien conocidas las ventajas del gas natural licuado (GNL) como un combustible más limpio, capaz de reducir las emisiones de los buques para cumplir las nuevas normas. En la flota mundial existen actualmente cerca de 550 buques mercantes en la flota capaces de utilizar combustible de GNL. De éstos, 351 son metaneros para el transporte de GNL, que pueden utilizar el gas evaporado como combustible para accionar turbinas, propulsores diésel eléctricos o motores "dual fuel".
En otros sectores, el GNL como combustible ha tardado más en ganar cuota de mercado, pero gracias a las nuevas y más exigentes normas sobre emisiones, cuando el proyecto del buque y la disponibilidad de suministro lo permiten, se está volviendo más popular. De los 130 contratos de nueva construcción registrados en 2017, 21 corresponden a buques capaces de utilizar GNL como combustible.
Los sistemas de energía más eficientes y los combustibles más limpios son dos ejemplos de cómo el sector marítimo está respondiendo a los retos impuestos por las nuevas normas ambientales. Junto con otros desarrollos en el proyecto de buques y en su operación, como la gestión de las aguas de lastre o el reciclaje sostenible, el transporte marítimo se está dirigiendo hacia un futuro aún más eficiente y más limpio.